El enorme escritor estadounidense iluminó la Feria de Guadalajara en sus primeros días. Cansado y curioso, abrió el Salón Literario, conversó con los fanáticos de su obra, se sacó fotos con los lectores y recibió la Medalla Carlos Fuentes por su destacada trayectoria, de manos de Silvia Lemus, la viuda del escritor. “El mundo ha cambiado eso sí, pero tenemos los mismos problemas que hace 50 años”, dijo.
Guadalajara, México, 2 de diciembre (SinEmbargo).- No quería que le preguntaran tanto sobre Donald Trump, a quien él no llama por su nombre, sino por su estado: “el presidente 45, no quiero ni mencionarlo”, pero la conversación iba una y otra vez y Paul Auster debió levantar la voz.
“Los escritores tenemos la única obligación de escribir bien, pero ustedes, los periodistas son los héroes de esta jugada. Sin periodismo estaríamos en la demagogia y en la manipulación. No sean perezosos, dependemos mucho de ustedes, narrar todo lo que está pasando”, pidió.
“Mi gran esperanza está en las mujeres. Esperemos que 2018 traiga muchas mujeres a Washington”, se esperanzó.
El mundo está cambiando enormemente. El siglo XXI recién empezó y no sabemos cómo serán los próximos 10 años, “sin embargo, yo escribí una novela que transcurre hace 50 años y noto cómo tenemos los mismos problemas que ahora. El racismo, los problemas laborales, la mendicidad, los surgimientos de los gobiernos de derecha”, afirmó.
Sus palabras fueron fuertes y claras: “en los Estados Unidos y en el mundo empezamos a abrazar el fascismo, ¿cómo sucedió esto? Es lo mismo de hace 50 años”, expresó.
¿QUÉ SE SIENTE ESTAR VIVO?
Vestido de negro, sólo, sin su mujer, la conocida escritora Siri Hustvedt, Paul Auster contó que todos los días se levanta para preguntarse ¿qué se siente estar vivo?
“Ahora que tengo 70 años, noto que los recuerdos de mi infancia reaparecen mucho más que antes. Mi suegra, la madre de Siri, tiene 95 años. Está muy bien físicamente, pero su memoria está desvaneciéndose. No le puedes preguntar qué hicimos ayer, pero si le preguntas que hizo a los 7 años, sus recuerdos florecen. Estoy un poco en esa zona diferente, recordando cómo he vivido a los 6, a los 9 años”, evocó.
“He escrito 4321 sobre eso, sobre el desarrollo humano, sobre cómo se van armando los recuerdos. Los miro a ustedes, son mucho más jóvenes que yo, pero cuando tengan mi edad comenzarán a recordar cosas de cuando eran niños y no cosas en general, sino cómo era tener seis años, como era tener nueve”, expresó.
“Escribí esta novela a los 66 años y la terminé a los 69. Ahora tengo 70 y me siento como un muchacho. Es cierto, todos los días tengo un miedo de no levantarme, que me dé un infarto…pienso en la última novela de Thomas Mann, que la escribió ya muy grande y es olvidable, pero ahora pasan otras cosas. Por ejemplo, los seres humanos somos diferentes. Pienso en Louise Bourgeois, que murió a los 98 años, haciendo tantas cosas para el arte”, opinó.
“¿Quién soy yo? No lo sé. Me hace tan feliz estar vivo y confiar en mis días. Ahora que mi tiempo se está acortando, veo a las personas más allá de sí mismas. Creo que como novelista, como alguien que inventa cosas siempre fui esclavo de esos mundos donde todo se despliega libremente. Quiero seguir escribiendo”, dijo Paul Auster.
LA MEDALLA CARLOS FUENTES Y EL PREMIO NOBEL
De cabello entrecano, el autor de La trilogía de Nueva York y Leviatán recibió la medalla Carlos Fuentes, de parte de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara y de manos de Silvia Lemus, viuda del escritor mexicano Carlos Fuentes.
“Sólo deseé en ese instante que mis padres estuvieran presentes”, dijo posteriormente.
El autor y Premio Príncipe de Asturias de las Letras 2006, considerado uno de los autores más relevantes de la literatura estadounidense contemporánea, dio una conferencia magistral en la FIL donde recordó la influencia de la poesía y de poetas como Guillaume Apollinaire, Charles Baudelaire, Frank O’Hara, Edgar Allan Poe y Walt Whitman en su obra literaria (puede verse en este mismo suplemento).
¿Qué opinará de los premios? Todos los años Paul Auster es uno de los más férreos candidatos al Nobel. Entre él y Haruki Murakami se llevan las máximas apuestas, sin embargo, “nos quedan a deber”, como si ellos fueran los responsables de no recibir el Nobel.
“No es algo que me quite el sueño, no es algo en lo que yo estoy pensando. Simplemente hago mi trabajo y sé que cuando uno gana un premio le da mucha alegría, pero no es importante el premio, que es lo que dice un comité en algún momento; muchas personas que han ganado el Nobel hoy no son leídas y la verdad es que yo prefiero tener lectores. El arte no es olímpico”.
Dice que no le parece interesante hablar sobre Bob Dylan y el Nobel, pero sí prefiere hablar de su última novela 4321, un libro que en español arrasa con las ventas y que narra las cuatro vidas posibles de Archie Ferguson, en un experimento literario que ha encantado a los lectores.
“Mi obra es sobre el desarrollo humano y claro que tienen importancia los lazos familiares, a menos que uno sea huérfano. Todo hemos tenido madre y padre, a lo mejor no los conocemos, pero de hecho los tenemos y la mayoría de nosotros creció o se desarrolló dentro de una familia, lo que pasa durante esos primeros años de la vida es algo muy importante, es algo fundamental”, afirma Paul.
“Tenía catorce años y nos atoramos en una tormenta eléctrica. Para alejarnos de los árboles buscamos un campo abierto, pero el jovencito que iba justo delante de mi murió instantáneamente al caerle un rayo. Pensé que lo podíamos revivir. Este evento cambió mi vida y entendí que cualquier cosa puede ocurrir en cualquier momento”, agregó.
“Nunca fui un activista. Estaba en rumbo de convertirme en escritor. Los sesenta propiciaron un gran movimiento: el de los derechos civiles, un instante en el que se buscaba acabar con la opresión. Aunque la gente joven cambió, realmente no sucedió un verdadero activismo, en el contexto en el que se desarrolla 4 3 2 1”.
“Estaba tan exhausto que terminé la última palabra de la novela y por poco caigo”, reveló.
“Durante algún tiempo yo era el escritor del que más libro se robaban. Si alguien deseaba libros míos, había un letrerito que decía al lado de Jane Austen: si desea libros de Paul Auster, vaya a la recepción. ¿Es esto bueno o es malo? No sé si mis lectores eran fervientes admiradores que no tenían dinero para comprar mis libros o si soy un autor que le gusta a los delincuentes”, cuenta.
“La amistad es algo muy importante. Nosotros somos seres sociales, venimos del cuerpo de una madre que necesitamos cuando somos muy pequeños. Somos seres que vivimos de los demás y para los demás y por eso la amistad es crucial. No comprendo que alguien pueda tener una vida exitosa, algo agradable, si alguien no tiene amigos. Uno o dos amigos, eso es lo importante. No vale por la cantidad. No hay nada más triste que ver a un niño que en la escuela no tiene amigos, ese niño no va a estar feliz, se va a sentir solitario, aislado, disminuido. Todos de alguna manera u otra necesitamos este tipo de relaciones que además cae en una categoría intermedia. Entre lo que es la familia y lo que es el matrimonio. Es una forma de conectarse con otra persona, que no es de ninguna manera erótica, sí tengo algunos amigos de la niñez. No muchos, solo poquitos”, dice Paul.
“Tengo la historia de una piratería en Irán. A mí me publican en Irán, pero Irán es uno de estos países que no forma parte del acuerdo de Ginebra, en cuanto a los derechos de autor. Pero hay una persona muy interesada en que lean mis libros allí. Había palabras prohibidas que las autoridades no permiten que sean usadas. Entonces dije yo: están proponiendo censura. No, el hombre propuso un scanner y donde aparecían esas palabras aparecía otra codificada. El lector conocía el código y cada vez que se escribía, sabía de qué estábamos hablando”, contó.
“Nunca tomé clases de escritura y estoy de acuerdo con que nadie te puede enseñar a escribir. Un escritor joven necesita a alguien que lo ayude con observaciones. Una o dos personas de confianza, bastan. Sin embargo, al llegar a la edad de 38 o 40 años acabé siendo profesor de literatura creativa en la universidad. Necesitaba dinero, por eso lo tomé. Entonces tuve que enseñar algo en lo que yo no creía. Sin embargo cambié mi manera de pensar con respecto a los talleres, que se usan tanto ahora y ahora pienso: no le ayudan a nadie, pero tampoco le hacen mal a nadie. Si los alumnos realmente se esfuerzan se dan cuenta de lo difícil que es escribir bien”, afirmó.